Ad gentes
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   Decreto del Concilio Vaticano II sobre la actividad misionera de la Iglesia. Apro­bado por 2394 votos de los Padres con­ciliares y sólo 5 negativos, fue pro­mulga­do por Pablo VI el 7 de Diciembre de 1965.
   Entre sus líneas básicas sobresale la importancia y reconocimiento que se da a la labor de los catequistas, de los lai­cos y de los religiosos en los países en los que escasea el clero, sobre todo el clero nativo.
 

  Temas como el catecumenado y la ini­ciación cristiana (Nº 14), el valor de la comunidad para la fe (Nº 15), la forma­ción del os catequistas (Nº 17), el fo­mento del apostolado seglar (Nº 21 y Nº 41) y la necesidad de una formación específica del misionero (Nº 25 y 26) recogieron una novedad singular. Fue la nueva visión de las misiones católicas: servicio de Iglesia, superación del simple proselitismo, prolongación de la misión evangelizadora de toda la Iglesia. Eso supuso la desclerificación del concepto de misión y el reclamo para una nueva etapa misionera de toda la Iglesia.

    La extensión de este Decreto, el más amplio de los conciliares, indicaba la importancia que el Concilio daba a la actividad misionera de la Iglesia y a la urgencia de que una nueva etapa se abriera en la dimensión apostólica de los cristianos.